El poder del lenguaje en la salud: Más allá de las palabras, más allá de la enfermedad

Por: Gabriela Allard Taboada

Presidenta de la Asociación Mexicana de Diabetes

El lenguaje es una herramienta poderosa que moldea nuestras percepciones y emociones,

especialmente en el ámbito de la salud. Las palabras que utilizamos al comunicar diagnósticos y tratamientos pueden influir significativamente en la experiencia de la persona, desde la comprensión de su condición hasta el manejo del miedo y la ansiedad. El miedo es una reacción natural ante la incertidumbre a lo desconocido. Las palabras pueden intensificar o aliviar este miedo. Descripciones alarmantes como "terminal" o "incurable" deben manejarse con sumo cuidado, proporcionando siempre un contexto esperanzador y opciones de manejo o de tratamiento.

Es vital que los profesionales de la salud equilibren la honestidad con la esperanza y ofrezcan un panorama realista, pero no devastador. Al recibir un diagnóstico, las personas se encuentran en un momento de vulnerabilidad extrema. La claridad en la comunicación es esencial. Los términos médicos, aunque necesarios, deben ser explicados de manera comprensible para evitar confusión. Cuando se comunica un diagnóstico es crucial envolver la información en un marco de esperanza. En lugar de centrarse únicamente en la gravedad de la enfermedad, es útil destacar las opciones de tratamiento, los avances médicos y las historias de éxito. Por ejemplo, en lugar de decir “tienes un enfermedad crónica”, podemos decir “aunque es una condición a largo plazo, hay muchas estrategias y tratamientos disponibles que pueden ayudarte a llevar una vida plena”.

El lenguaje no sólo informa, sino que también empodera. Utilizar un lenguaje positivo y constructivo puede ayudar a las personas a sentirse más en control de su situación. Así es que proporcionar a las personas un conocimiento claro y positivo sobre su condición y las opciones de tratamiento puede empoderarlas. Frases como “hay un equipo de especialistas dedicados a encontrar la mejor solución para ti” o “tienes varias opciones de tratamiento que han demostrado ser efectivas” pueden infundir una sensación de control y esperanza.

El lenguaje que utilizamos en el ámbito de la salud tiene el poder de transformar la experiencia de las personas . Las palabras esperanzadoras no solo calman y consuelan, sino que también pueden potenciar la resiliencia y la capacidad de enfrentar desafíos.

El lenguaje esperanzador también significa humanizar la atención médica. Es esencial tratar al paciente como una persona completa, no sólo como un caso clínico. Comentarios como “entiendo que esto es difícil para ti, pero estamos aquí para apoyarte en cada paso del camino” pueden marcar una gran diferencia en la experiencia del individuo.

El entorno en el que se comunica la información también es importante. Un lenguaje corporal positivo, una sonrisa y un tono de voz calmado pueden complementar las palabras esperanzadoras. Además, crear un ambiente donde las personas se sientan escuchados y respetados refuerza el mensaje de esperanza. El seguimiento y el apoyo continuos son fundamentales para mantener viva la esperanza y hacerles saber que estarán disponible para cualquier pregunta o preocupación que tengan. Esto fortalece indudablemente la relación médico-paciente y refuerzan la confianza en el proceso de atención.

El lenguaje esperanzador en la salud no es solo una técnica de comunicación; es una filosofía de cuidado que reconoce el poder de las palabras para influir en la mente y el espíritu de la persona. Al abrazar esta forma de comunicación, los profesionales de la salud pueden crear un entorno donde la esperanza florezca, incluso en medio de los desafíos más difíciles. La esperanza no solo alivia el dolor emocional, sino que también puede ser un catalizador para la recuperación y el bienestar.

Podríamos concluir que la palabra se puede usar como una herramienta de sanación. El lenguaje en la salud no es sólo un medio de transmisión de información; es una herramienta poderosa que puede influir en el bienestar emocional y psicológico de las personas. Utilizarlo con cuidado, con empatía y con respeto puede transformar la experiencia del individuo, haciendo del proceso de diagnóstico y tratamiento un camino menos temido y mas esperanzador.